Tenía una línea, enteramente una línea…
Sin tener plena consciencia de ello, en algún momento comencé a realizar mis cuadros sin pigmentos y sin pintura, e incluso, prescindiendo siquiera de dibujar una sola línea. Me percaté que había más color en los reflejos de un plástico como el playo, donde la luz plateada parecía más real y los tonos y matices brillantes más intensos que los del óleo. Deje los pinceles e inventé nuevas herramientas como rodillos o marcadores intervenidos y con los cuales creé y repetí diferentes tipos de gestos aparentemente figurativos. Tenía una línea, enteramente una línea…