¿Qué ocultan estas superficies impecables y pulidas? ¿Por qué legislan una serie de experiencias, tanto colectivas como singulares y tan habituales como extrañas? ¿Cómo a partir de la imagen propia, confrontan la otredad? Estamos ante la presencia del arte de Raúl Rebolledo, encontrándonos con una sensibilidad mediada por los rituales de la apariencia. Una apariencia que hace concesiones a la violencia, haciendo uso de estrategias y soportes que velan una violencia contenida, aún no expresada, latente, cuyo flujo se mueve de manera molecular, esperando a ser delatada. De un lenguaje minimalista, su cuerpo de obra encuentra cumbre en la apariencia, y por lo tanto, en el encubrimiento. Sus obras son la punta de un iceberg: las superficies esmeradas y depuradas, funcionan como un centro donde posar la mirada, como si se tratara de extraños amuletos cuya fuerza reluciente nos atrae hacia ellos.
Al borde de lo irrepresentable, su trabajo se regocija entre la voracidad social de un sistema económico capitalista y el uso instrumental de las energías humanas. Ahora mismo, una violencia selectiva que organiza y configura la vida, tan prolongada e inhóspita, tan presente que ya no es posible atribuirle fecha alguna. De ahí, el título de la exposición, Sine die: sin día o sin fecha definida, un adverbio y locución latina referida a la prolongación indefinida de un asunto de cualquier tipo. Se deduce que lo más atractivo no es lo que las obras reflejan en sí, sino la visión que podemos reconstruir detrás de ellas.
Marco Valtierra