“Todo podría enlistarse, incluso con su sombra. Y hace dúo con eso que llamamos “lo real”. – Osvaldo Sánchez.
Los vaivenes visuales de Roberto Turnbull se podrían definir como esos simulacros perpetuos que anhelan una postura final dentro de un diálogo personal que termina siempre por trazar nuevos caminos creativos. Trascienden como la evidencia de una inagotable curiosidad en su momento humano, son la bitácora sincera de lo que es y a veces de lo que podría ser. Los recorridos en sus diferentes planteamientos exhiben con naturalidad, pactan con un arte de riqueza matérica para luego romper con un debate abstracto que culmina en la solución acertada de lo geométrico-orgánico. Simulacros es el juego que renace diferente cada día para brindar espontaneidad al más común de los objetos y fusionarlo a un espacio que le brinde un reconocimiento de vida, y así, de este modo darle sentido itinerante a la realidad, pues ahora podemos verla a través de un artista que sustrae y sintetiza con dominio el diseño nato de todo lo que nos rodea. Pero a su vez plantea un paralelismo con nuestra existencia dimensional para enseñarnos que hay múltiples versiones de un momento.
Interactuar con su trabajo es un proceso que inicia con simpleza relativa y que va adquiriendo esa complejidad gradual en los cuestionamientos visuales que percibimos. Poco a poco nos enganchamos a una plática intelectual con su obra y empezamos a resolver un plano en el cual Roberto nos va sugiriendo con argumentos diversos una guía probable, pero no definitiva. Generamos acuerdos que le dan razón al enfoque que sostuvo de principio a fin, pues nos hace pensar en el punto donde las casualidades y coincidencias son premeditadas, suponemos que siempre hubo un planteamiento seguro en el ensayo pictórico que abordó. Las emociones, vivencias y razonamientos rigen ese resultado que nos transporta a una ficción sublime que busca estar alejada lo más posible de toda obviedad abyecta.
Hay una dualidad retórica y modulada entre obra y obra, a veces no tan marcada o quizás por momentos más perceptible entre espectros orgánicos diversos y un geometrismo definido. Un intercambio de significado del color, línea y objeto que terminan por ser parte de un absoluto que sugiere algo más relevante en conjunto que la individualidad de cada elemento. Llegamos a ese punto donde la identidad de cada pieza es notoria, pues vemos un universo inquieto y lleno de diversidad creativa. A través de los años generó un estilo, pero es superado por su afán constante de replantear el uso de los elementos que componen su trabajo. De modo alterno a la pintura nos brinda una atractiva presentación de planos conformados por tableros que utilizan como trazo objetos ajenos entre sí, pero integrados en composiciones atrayentes por su estructuración conjuntiva. Esta idea del replanteamiento de la técnica es un encuadre que revitaliza sus procesos hacia la redefinición de “cotidianeidad” como oportunidad de genialidad constructiva.
Las revisiones que ha tenido su obra nos hacen pensar que estos “simulacros” son de un futuro que narran el desarrollo de un artista que visualiza su vigencia en un presente que viaja de modo parabólico por lo que fue, es y será. Para de esta manera ser contundente en cada una de sus interpretaciones contextuales, brindando mayor nitidez en su búsqueda artística y así traducirse su propia existencia dentro de un México que durante muchos años fue muralismo y vanguardias tardías. Roberto Turnbull puede considerarse un artista mexicano que dejó de tratar de emparejarse con el mundo para empezar a proponerle y describirlo con individualidad creativa recurrente sin olvidar su esencia.
Texto por Jorge Zarur