Frente a la traumática ilusión de que somos una especie solitaria y superior, Natura non facit saltus retorna a la humanidad de vuelta a la naturaleza. La engañosa distinción entre lo humano y lo natural evoca violencia y posesión. Fritzia Irizar anula esta relación depredadora y antropocéntrica partiendo del principio que niega la variación abrupta de lo natural y, de esta manera, matiza lo diferente mediante procesos interactivos de comunicación, que ponen en juego dimensiones como la razón, la percepción y la intuición, entablando un diálogo estético entre humanos y naturaleza, descifrando los signos del destino presentes en diversas manifestaciones de la vida, en este caso, algunos especímenes marinos y los enigmas ocultos tras sus formas, colores e historia.
Leonardo González