Le arranqué las cadenas del cuello,
prendí fuego a baldíos,
bañé a gatos con jabón en polvo,
escribo sin ver las teclas,
pienso cosas que no pasarán nunca,
como un juego,
por ejemplo, si tú dices: ¡Te prendí fuego!
y luego dices: No quiero apagarlo.
Quiero pagar por eso.
Acaricié a perrita y a perrito,
y todo el tiempo pensé,
que eso era lo más cercano
a Dios,
el Dios que me gusta pensar, quiero decir.
Cuando acaricio a los animales,
si es que existe un Dios,
es lo más que puedo hacer
por ese Dios.
Como en Moby Dick,
tiene que ver con los bebés,
pero no sé si tú sientes eso.
De verdad,
es como regresar a un lugar
que siempre ha estado ahí.
Me saco las pestañas,
¿lo viste o no?
y todo lo que digo
es cierto,
es verdad,
no es invento.
¿Te acuerdas del tiempo,
allá por la secundaria,
que daba esperanza?,
“te va a decir que sí.”
O calentura…
¿No te pasó alguna vez de niño,
que dijiste: `Ya lo entendí todo’?
Y sólo se te da,
se te da,
y cada vez me pasa menos.
Tengo una idea,
tal vez muy tonta, pero…
Tú estás aquí y puedes alcanzar a ver hasta aquí,
¿realmente existe el otro lado del mundo?,
o la realidad se construye a partir de ti,
pinches artistas,
hablé de Tiresias y no me escucharon.
Un Caravaggio es pura sombra
cuando apago la luz.
Quiero ser un mueble.